La llegada de un nuevo miembro a casa supone una situación novedosa para la familia y sobre todo para nuestros perros. Momentos positivos vividos con mucha ilusión, momentos de compartir juntos, alegría, pero también momentos de nervios, incertidumbre, reuniones familiares… que traen consigo una gran carga emocional. Esto tiene una consecuencia que, a veces, pasa desapercibida: el estrés para todos, humanos y animales.
¿Pero es este estrés acaso negativo? ¿Qué es exactamente? ¿Cómo puedo detectarlo?
¿Qué consecuencias tiene para mi perro?
Cambian las rutinas y con ellas, se da la aparición de nuevos estímulos (olfativos, auditivos, visuales y objetuales).
La llegada de un niño o niña va de la mano de la palabra NUEVO: trae una gestión nueva del tiempo, la preparación de nuevos espacios, todos los objetos que se necesitan para éste también son nuevos, y aparecen nuevos sonidos e imágenes para sus sentidos.
Todos estos cambios son algo para lo que debemos preparar a nuestros animales y por ello, es conveniente llevar a cabo un proceso de adaptación, comenzando los meses previos a la llegada del bebé y manteniéndolo en el tiempo.
La adaptación de cada perro es diferente, cada uno necesita su tiempo y nos indica poco a poco mediante sus señales de comunicación la evolución de dicha adaptación, por ejemplo, os dejamos un vídeo aclaratorio sobre su lenguaje corporal.
Este proceso de adaptación consiste en exposiciones graduales y progresivas. Esta exposición y rutinas de ejercicios deben ser supervisadas por un especialista en comportamiento canino. Además de positivizadas con refuerzo por ejemplo, comida, voz y caricias.
Ejercicios como masajes y relajación en la nueva habitación del bebé, paseos con el carro por la calle compartiendo tiempo juntos, escuchar sonidos de bebés (risas, llantos, balbuceos) mientras le damos sus tomas de comida, ir a visitar amigos con niños y realizar juegos sociales con nuestro apoyo, etc.… serán parte de este proceso.
Pero ¿qué pasa cuando nos hemos saltado este proceso de adaptación?, ¿Cómo puede vivirlo mi perro? ¿y con ello, los numerosos cambios que vienen detrás?
Suena el teléfono PsicoAnimal Training y nos contactan los tutores de Denver, el perro protagonista de este caso. Están muy preocupados, ya que hace unos meses han tenido un bebé y su perro, un mestizo miembro de la familia desde hace 5 años, ha tenido “reacciones agresivas” según los tutores. El caso de D. es un ejemplo de cómo los perros pueden vivir este tipo de situaciones novedosas.
Algo que nos diferencia en Psicoanimal, es que además de ser educadores caninos, somos profesionales de la psicología. El primer paso en la valoración y entrevista de un caso, es el apoyo y escucha activa a la familia, entendiendo y empatizando con el tutor en estos duros momentos de adaptación a su nueva vida.
Para ello, primero se analiza que necesita todo el conjunto familiar, se asesora con información específica de como podemos ayudarles y se envía a un especialista en comportamiento canino. Siempre pensando en TODA la familia, sin centrarnos en el problema, sino las necesidades que surjan.
Una vez realizamos la visita presencial, realizar un análisis tetradimensional del comportamiento, nos ayudó a analizar la dimensión física, emocional, cognitiva y social de D y poder elaborar un plan de trabajo específico y ajustado. Conocer la historia del perro, sus rutinas y las distintas formas de comunicación entre sus tutores y él fueron clave para entender qué le estaba ocurriendo a este peludo.
Los resultados observables fueron: altos niveles de estrés y numerosas conductas de inseguridad, miedo y dependencia. Obteníamos que D. sentía un desequilibrio emocional y no estaba gestionando de forma correcta y positiva diversas situaciones del día a día.
Aunque el problema inicial podría haber sido: la supuesta agresividad del perro hacia el niño, desde PsicoAnimal Training no trabajamos bajo un único problema, y fue necesario dejar en un segundo plano el foco de su relación con el nuevo miembro de la familia, para entender y comprender qué es lo que realmente le estaba ocurriendo.
El miedo se caracteriza por un sentimiento negativo ante la percepción de un peligro real o imaginario por algo presente, pasado o futuro. Muchos perros arrastran miedos infantiles o del pasado que no se han resuelto de forma correcta o que simplemente con la aparición de nuevos estímulos y numerosos cambios, vuelven a aflorar “A Guide to Living with and Training a Fearful Dog. Debbie Jacobs CPDT-KA, CAP2. 2008”.
Para ello siempre recomendamos exponer a nuestros peludos a los cambios y estímulos nuevos de forma gradual, nunca de forma forzada e intentando que estas exposiciones siempre sean experiencias positivas para ellos.
En el caso de D., descubrimos que en el pasado había vivido sentimientos de ansiedad por separación, un problema de comportamiento que presentan con mucha frecuencia algunos perros al quedarse solos en casa o al separarse de sus tutores. Muchos perros, como en este caso, generan un vínculo patológico de dependencia hacia uno o varios tutores, que puede generar respuestas de miedo e incluso en algunos casos puede llegar a la agresividad.
Fue importante y necesario realizar una terapia antiestrés, para poder bajar niveles de estrés y así poder empezar a trabajar en un vínculo sano y positivo tanto para D. como para sus tutores.
- Las rutinas propuestas consistieron en: paseos de calidad, el olfato terapéutico, los juegos de resolución de problemas y las rutinas estables que ayudaron a mejorar para poco a poco ir consiguiendo en D. más seguridad y calma para llegar de nuevo a un equilibrio emocional.
- La comunicación jugó y juega siempre un componente fundamental para poder entendernos con nuestros peludos, poder comunicarnos con ellos de forma positiva hace que nuestra relación mejore, escucharnos y observarnos será siempre la base para un vinculo sano.
Por otro lado, no debemos olvidar la seguridad, prevenir y educar. Para ello La supervisión entre perros y bebés debe estar siempre presente para asegurar el bienestar y la seguridad de ambos.
Es importante que recordemos que, como muchos humanos, los bebés no saben comunicarse con los perros y en ocasiones esto los lleva a invadir su espacio, por lo que es necesario que los tutores siempre sean los responsables de mediar en estas interacciones.
La mejor estrategia para D. consistió en crear un espacio de calma y seguridad en casa, donde nadie le pudiera molestar, asociado con cosas positivas donde poder estar tranquilo. Nuestros perros necesitan su guarida, su zona de relajación y descanso ya que debemos tener en cuenta que ellos necesitan dormir muchas mas horas que nosotros distribuidas en franjas de horarios diferentes.
Una vez los tutores fueron encajando las pizas del puzle y entendiendo su situación global, así como las emociones de D. y sus necesidades, la relación entre todos los miembros de la familia, cambió de forma inmediata, empezando a construir un vínculo sano y fuerte que le aportó mayor independencia y seguridad.
Autora del texto y responsable del caso «Denver» - Ana García Mendrada. Trabajadora Social y Educadora Canina del equipo de Psicoanimal Training.